17 septiembre 2012

26 marzo 2012

"LOS HOMBRES DE NOCILLA"





Este era el anuncio de Nocilla de hace algunos años...
"Los hombres fuertes de Nocilla"...y sale una chica, fuerte, nadando..
Hoy, esto sería inaceptable. Luego, se puede seguir cambiando...miembras.

14 marzo 2012

LA GRAMÁTICA NO ES LA VIDA (Amelia Valcárcel)

Sexismo linguístico y visibilidad de la mujer

Este es el título del informe que ha elaborado el académico Ignacio Bosque y que han ratificado con su firma el resto de los académicos, entre ellos cinco académicas.
Como supongo que todo el mundo sabe , en este informe se critican las directrices contenidas en nueve guías sobre lenguaje no sexista elaboradas por comunidades autónomas, sindicatos y universidades, porque, si se aplicara estrictamente cuanto dicen, "no se podría hablar".
A los responsables de estas guías les molesta de forma especial el uso genérico del masculino para designar a los dos sexos, a pesar de que, según I. Bosque, "está firmemente asentado en el sistema gramatical español".

Se ha escrito y opinado tanto y por personas y plumas tan autorizadas en la materia ,que mi aportación al debate la voy a centrar en unas pocas consideraciones desde mi punto de vista de mujer, miembra de una sociedad sexista.

La primera es señalar una realidad, para mí bastante sospechosa: Cuando los hombres ocupan una profesión femenina se masculiniza el nombre: modisto, matrón, auxiliar de vuelo… No parece haber ningún problema en estos casos. Todo el mundo comprende que llamar azafata a un hombreee...y se busca y encuentra "auxiliar de vuelo". En cambio cuando es al revés el masculino "nos engloba". Que alguien me dé una explicación...si es que la hay.

La segunda es más bien una denuncia, una acusación. 

Entre los acádemicos está Arturo Pérez Reverte.
Este señor ingresó en la Academia en el año 2003. En el año 2007, escribió un artículo titulado "Mujeres como las de antes" , en el que , entre otras repugnantes opiniones, vierte la de "abatir de un escopetazo, piadosamente-¿no se mata a los caballos?"- , a aquellas mujeres que osan subirse a unos tacones sin tener gracia ni categoría para ello.
En ese artículo narra sus andanzas con su compañero y también académico desde 2008, Javier Marías y cuenta la risa que les dió que "unas focas desechos de tienta" creyesen "las muy infelices" que su resoplido de machos pensando en Sofía Loren iba dirigido a ellas.

¿Dónde estaba la RAE en ese momento?. Seguramente andaba ya muy preocupada con el peligro que corría el genérico masculino.
Es despreciable que los guardianes de la lengua estén tan alarmados con una cuestión que, antes o después, se resolverá en la calle y sin embargo callen ante este lenguaje sexista, misógino, que hace apología de terrorismo, desde un sillón y en un país en el que, efectivamente, la mujeres mueren abatidas como animales .

Como dice Amparo Rubiales: "El lenguaje lo vamos a hacer nosotras y les aseguro que, más pronto que tarde, se dirá miembra como se dice jueza, fiscala, alcaldesa, presidenta, médica y tantas palabras que hemos ido feminizando al mismo tiempo que ganábamos la profesión y una vida propia".
Copio algunos párrafos literales del artículo "Mujeres como las de antes" de Reverte, publicado en su sección Patente de Corso de la revista el Semanal.

Mujeres como las de antes

ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal

Muchas veces he dicho que apenas quedan mujeres como las de antes. Ni en el cine, ni fuera de él. Y me refiero a mujeres de esas que pisaban fuerte y sentías temblar el suelo a su paso. Mujeres de bandera. Lo comento con Javier Marías saliendo del hotel Palace, donde en el vestíbulo vemos a una torda espectacular. «Aunque ordinaria»,opina Javier. «Creo que no lo sabe», apunto yo.
Seguimos conversando carrera de San Jerónimo arriba,… Yo me muevo, fiel a mis mitos, en un registro que va de Ava Gardner y Debra Paget a Kim Novak, …y Javier añade los nombres de Donna Reed, Rhonda Fleming, Jane Rusell y Angie Dickinson, que apruebo con entusiasmo. Coincidimos además en dos señoras de belleza abrumadora, aunque opuesta: Sophia Loren y Grace Kelly. Al referirnos a la primera, Javier y yo emitimos aullidos a lo Mastroianni propios de nuestro sexo -no de nuestro género, imbéciles-que vuelven superfluo cualquier comentario adicional. Haciendo, por cierto, darse por aludidas, sin fundamento, a unas focas desechos de tienta que pasan junto a nosotros vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada; creyendo, las infelices, que nuestro «por allí resopla» va con ellas….
Pero no sólo era el cine, concluimos, sino la vida real. Los dos somos veteranos del año 51 y tenemos, cine aparte, recuerdos personales que aplicar al asunto: madres, tías, primas mayores, vecinas. Esas medias con costura sobre zapatos de aguja, comenta Javier con sonrisa nostálgica. Esas siluetas, añado yo, gloriosas e inconfundibles: cintura ceñida, curva de caderas y falda de tubo ajustada hasta las rodillas. Etcétera. No era casual, concluimos, que en las fotos familiares nuestras madres parezcan estrellas de cine; o que tal vez fuesen las estrellas de cine las que se parecían muchísimo a ellas. Hasta las niñas, en el recreo, se recogían con una mano la falda del babi y procuraban caminar como las mujeres mayores, con suave contoneo condicionado por la sabia combinación de tacones, falda que obligaba a moverse de un modo determinado, caderas en las que nunca se ponía el sol y garbo propio de hembras de gloriosa casta. En aquel tiempo, las mujeres se movían como en el cine y como señoras porque iban al cine y porque, además, eran señoras. Con esa charla hemos llegado a la calle Mayor, donde se divisa por la proa un ejemplo rotundo de cuanto hemos dicho…. Javier mira al frente con el radar de adquisición de objetivos haciendo bip-bip-bip, yo sigo la dirección de sus ojos que me dicen no he querido saber pero he sabido, y se nos cruza una rubia de buena cara y mejor figura, vestida de negro y con zapatos de tacón, que camina arqueando las piernas, toc, toc, con tan poca gracia que es como para, piadosamente -¿acaso no se mata a los caballos?-, abatirla de un escopetazo….. Mírala, chaval: belleza, cuerpo perfecto, pero cuando decide ponerse elegante parece una marmota dominguera. Y es que han perdido la costumbre, colega………...


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13 marzo 2012

AURORA BOREAL

Este artículo, de John Carlin, se publicó en el País del domingo 12 de marzo.
Aunque es un poco extenso merece absolutamente la pena ser leído con atención.

Aurora boreal
La testosterona de sus banqueros y sus bravuconadas económicas hicieron caer a Islandia
Las mujeres se han hecho cargo de la isla y han puesto en valor un concepto: sostenibilidad


En Reikiavik hay un espléndido edificio de cristal negro, grande y hermoso frente al mar, en un lugar en el que hace tres años no existía más que un solar vacío. Lo sé porque estuve allí hace tres años, en un momento terrible para Islandia, un país arruinado por la excesiva testosterona de sus banqueros, el primero en sucumbir a la recesión, el que sufrió la caída más dura. En aquellos primeros meses de la crisis, la pequeña, rota y desesperada Islandia (población: 320.000) constituyó un anuncio del Apocalipsis para las grandes naciones de Europa occidental. Sin embargo, hoy, ahí está ese edificio nuevo y reluciente, una imagen de opulencia y modernidad tan extraordinaria como el Museo Guggenheim de Bilbao, estrambóticamente fuera de lugar en esta Lilliput nórdica de casitas de Lego pintadas de rojo, amarillo y azul. No podía apartar la vista del edificio, ni de día ni —sobre todo— de noche, cuando su multitud de ventanas asimétricas y marcos irregulares cambiaba continuamente de colores, como en una imitación líquida de la aurora boreal.
¿Qué ocurrió en Islandia? ¿Qué ha ocurrido en estos tres años para que surja, de las cenizas del desastre económico, una construcción tan extravagante? Lo que ha ocurrido es que las mujeres se han hecho cargo del país y lo han arreglado. Y ese edificio, el primer auditorio nacional de conciertos en la historia de Islandia, donde la compañía nacional de ópera representa en estos días, con el aforo completo, La Bohème de Puccini, es la encarnación del cambio que se ha vivido. Porque nos dice que Islandia no se hundió, que el país ha vuelto a levantarse; y porque la persona que decidió construirlo o, más bien (y con algo más de polémica), no interrumpir su construcción después del crash financiero, fue una mujer.

Quería conocer a esa mujer. No por los motivos habituales que empujan a los periodistas a escribir sobre mujeres poderosas —porque hubiera triunfado en un mundo de hombres—, sino precisamente por todo lo contrario. Porque esa mujer simboliza una tendencia en Islandia, o, más que una tendencia, una revolución, un golpe de Estado. Desde que se produjo la crisis, y como reacción directa y deliberada ante ella, las mujeres se han adueñado de las palancas del poder, y lo han hecho en los ámbitos que más importan, en los que más influencia se ejerce sobre el destino nacional: el Gobierno, la banca y, en creciente medida, la empresa.

Los tres bancos principales de Islandia quebraron en octubre de 2008 y dejaron deudas que ascendían a más de 10 veces el PIB del país. Islandia, que hasta entonces ocupaba el primer puesto en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (es decir, el mejor sitio para un ser humano en el planeta Tierra), se encontró mucho más allá de la bancarrota. Y se echó la culpa a los hombres. Los hombres le echaron la culpa a los hombres. En el partido del Gobierno dominaban los hombres, los banqueros casi sin excepción eran hombres y los temerarios, absurdamente ambiciosos, impulsos que condujeron a una pequeña nación de pescadores a creer que todos se estarían bañando en champán francés por el resto de sus días eran categóricamente, exclusivamente, decididamente masculinos. Así que entonces, como comentó el Financial Times en aquel momento, aparecieron las mujeres para arreglar el lío. El primer ministro fue sustituido por la primera mujer en la historia de Islandia en ocupar el cargo, Jóhanna Sigurdardóttir (gay y casada, con dos hijos de un fallido matrimonio anterior con un hombre), que continúa ejerciéndolo hoy. Las mujeres constituyen la mayoría del Gobierno, cinco carteras ministeriales, frente a cuatro hombres. Se despidió a los consejeros delegados (todos varones) de los bancos que habían quebrado, se cambió de nombre a las entidades y se colocó en sus cargos a mujeres. Cada vez más mujeres se hacen empresarias o empiezan a aparecer en los consejos de administración de empresas privadas. Por escoger entre numerosos ejemplos, la consejera delegada de la mayor compañía de seguros de Islandia en la actualidad es una mujer, igual que la responsable para el país de Rio Tinto Alcan, que encabeza el poderoso sector nacional del aluminio.
El tópico, desde Margaret Thatcher, es que las mujeres en puestos de poder son, por necesidad, damas de hierro, que triunfan a base de pensar como hombres. La proposición que me planteé explorar en Islandia fue si el cambio había sido lo suficientemente profundo como para que a los hombres no les haya quedado más remedio ahora que pensar como mujeres.

En Islandia, todo el mundo conoce a todo el mundo. Todos son primos, de una forma u otra. De modo que, cuando pregunté a varias personas si me podían poner en contacto con la mujer de la sala de conciertos, cuyo título exacto es, desde febrero de 2009, ministra de Educación, Ciencia y Cultura, todo el mundo sonrió de inmediato: “¡Ah, Katrin!”.
Se quedará asombrado cuando la vea”, me dijeron. “Tiene tres hijos, pero nadie lo diría”. “Es muy brillante”. “Sí, tremendamente inteligente”. “¡Pero parece que tiene 12 años!”.
Esto último era una exageración. La persona que se me acercó, con la mano extendida, cuando estaba sentado en una pequeña sala de espera del ministerio tenía aspecto de tener 16 años, por lo menos. Menos mal que me lo habían advertido, pensé; si no, nunca habría creído que era quien decía ser, la ministra Katrin Jakobsdottir, por si fuera poco vicepresidenta del partido socialdemócrata —oficialmente denominado Verdes de Izquierda—, que ocupa el poder. Botas Dr. Martens, vaqueros marrones, pelo lacio, esbelta, menuda: parecía una becaria en su primer día en la oficina, o la hermana menor, más dulce y menos seca, de la chica del dragón tatuado de Stieg Larsson. En realidad tenía 36 años y acababa de volver de disfrutar de su permiso de maternidad tras el nacimiento de su tercer hijo. Totalmente segura de sí misma (si sentía alguna incomodidad al tener como despacho un imponente salón ministerial, no lo delató) y tan lista como me habían dicho que era, no necesitó que le hiciera ni una pregunta para saber cuál era el primer tema que quería abordar con ella.
Una de las primeras decisiones que tuve que tomar en este puesto fue si seguir adelante con el auditorio nacional o no”, dijo. Cuando asumió el cargo, hace tres años, me explicó, los cimientos estaban construidos, pero no había nada visible sobre tierra. El problema no era solo que la economía nacional estuviera destruida; el multimillonario que había concebido el proyecto, un hombre llamado Bjorgolfur Gudmundsson, que, entre otros excesos, había comprado el equipo de fútbol West Ham United, de Londres, se había quedado sin un céntimo. “Así que me reuní con la gente del Ayuntamiento de Reikiavik para decidir si debíamos seguir adelante con fondos públicos, suspender la construcción hasta que llegaran tiempos mejores o dar por terminado el proyecto. Decidimos seguir adelante”.
¿Por qué? “En parte, porque había 600 personas involucradas en la obra, en parte, porque llevábamos 40 años hablando de construir una sala de conciertos para nuestra orquesta sinfónica y pensamos que, si no lo hacíamos ahora, nunca lo haríamos, pero también porque pensamos que no seguir con el proyecto daría a la gente la sensación de que se prolongaba la crisis”. ¿Habría sido malo para la moral nacional que se interrumpiera, entonces? ¿Seguir adelante tenía un valor añadido que era superior al coste? “Sí. Exacto. Nos vimos obligados a hacer grandes recortes presupuestarios en todo el sector público, pero decidimos seguir. En su momento hubo mucha controversia, pero creo que ahora está desapareciendo. El auditorio se inauguró en la primavera de 2011 y, desde entonces, han acudido más de 800.000 visitantes. A la gente le encanta. Islandia es un país con una gran vida musical, y también somos un país con mucha determinación y mucha ambición. El edificio ha sido un símbolo y una inspiración para los islandeses”.

"Las cosas podrían estar mucho peor"

Un símbolo, entre otras cosas, del regreso a la salud económica. Jakobsdottir reconoció que las cosas podrían estar mejor, que la deuda hipotecaria de la gente corriente sigue siendo elevada, que las inversiones son bajas y que en Islandia, hoy, hay desempleo (justo por debajo del 7%), mientras que antes, no. El nivel de vida, en otro tiempo el más alto del mundo, ha caído, y la gente trabaja más por menos dinero. Pero, como observó el premio Nobel de economía Paul Krugman tras una visita reciente a Islandia, “las cosas podrían estar mucho peor” y aunque ese “no es el eslogan más estimulante del mundo..., cuando todo el mundo preveía un desastre total, equivale a un triunfo político”.

Las cifras apuntan a un grado de solidez casi inimaginable hace tres años. El presupuesto estatal está casi equilibrado, las exportaciones superan a las importaciones, la moneda es estable y, el año pasado, el FMI publicó un informe halagüeño. Por hablar de cosas que se entienden sin que haga falta saber nada de economía, la nueva sala de conciertos no es más que la señal más visible de una larga lista de éxitos. En mi reciente visita, asistí al festival gastronómico anual de Islandia, Food and Fun, que se celebra desde 2002 pero estuvo a punto de ser suspendido, por falta de dinero, en 2009, 2010 y 2011. Este año ha vuelto a florecer, con la participación de 30 cocineros de tres continentes y 25.000 islandeses que pagan 40 euros por cabeza en los restaurantes locales (hay un 50% más de locales de comida en Reikiavik que hace tres años) para saborear sus platos. Icelandair ha duplicado sus rutas desde 2009 y ha aumentado el número de pasajeros en un 20% anual. Se ha creado una línea aérea nueva, WOW, y el turismo también está en auge; las plazas hoteleras para julio y agosto de este año están ya prácticamente todas vendidas. Los precios de las viviendas acaban de subir un 10% y las ventas de Mercedes Benz, según me dijeron fuentes fiables, han aumentado de repente. En cuanto a la sanidad y la educación públicas, tan buenas que ni siquiera los fugaces multimillonarios de la época del boom sintieron la necesidad de pasarse a las privadas, no han sufrido en calidad pese a los recortes presupuestarios que ha tenido que hacer el Gobierno. Como prueba de la normalidad que se ha instalado donde antes acechaba el Apocalipsis, el debate fundamental entre los partidos de izquierda y derecha en el Parlamento es hoy la eterna y rutinaria cuestión de si hay que subir o bajar los impuestos. O si, después de haber recurrido con éxito a la devaluación de la moneda como mecanismo para recobrar la salud, ahora convendría incorporarse al euro.
Pero en lo que todos los parlamentarios están de acuerdo es en que la época del capitalismo de enriquecimiento rápido se ha terminado. La palabra clave, hoy, es sostenibilidad, y todos los partidos la repiten en sus declaraciones públicas. Y la sostenibilidad, en opinión de la ministra Jakobsdottir, es un concepto más femenino que masculino. Ella lo explica así: “Mucha gente achacó los excesos de los banqueros que nos causaron tantos problemas a una cultura masculina”. “En 2009, todo el mundo decía: ‘Lo que necesitamos es menos pensamiento de chulería masculina y más mujeres con ideas pragmáticas y estratégicas’. Lo que hemos aprendido desde entonces es que si queremos permanecer alejados de la crisis y construir, todos sabemos que hay que pensar no en el futuro inmediato, sino en los próximos 10 o 20 años. Esa no es la forma de pensar de un Gobierno dominado por hombres; esa es una manera de pensar femenina”.

"Nosotras hablamos de los sectores creativos"

Le pedí que me dijera en qué terrenos concretos se podían detectar estos cambios. “Hay muchos ejemplos. En general la influencia femenina se ve en este énfasis que le damos al desarrollo sostenible, en construir la economía pensando a largo plazo, de manera fiable y segura. Las mujeres piensan en esos términos porque está en su naturaleza. Un ejemplo más específico: cómo estamos encarando los temas de los impuestos y los presupuestos. La idea es analizar los diferentes impactos que el sistema tiene sobre los hombres y las mujeres, y ver cómo podemos ajustarlo para generar más igualdad entre los géneros. También se ve la influencia femenina en la discusión sobre el empleo. Los hombres se centran en cosas como la industria del aluminio. Nosotras hablamos de los sectores creativos. Hemos llegado a la conclusión de que las artes —en especial la música y la literatura— aportan tanto dinero al país como la extracción de aluminio. No creo que a los hombres se les hubiera ocurrido ni pensarlo”.

Un dato que asombra en Islandia es que un país de 320.000 habitantes posea tal abundancia de talento artístico, sobre todo en la música, donde, aparte de una ópera nacional y una orquesta sinfónica nacional, existen numerosos grupos contemporáneos que producen todo tipo de cosas, desde la globalmente aclamada Björk hasta el trabajo experimental y esotérico de Kria Brekkan, que ha triunfado en Nueva York y con quien me encontré por casualidad delante del auditorio nacional. Aproveché la oportunidad para preguntarle si ella estaba de acuerdo en que las mujeres habían cambiado Islandia. Ojalá hubiera grabado su respuesta, porque fue de una lucidez cristalina, pero, en resumen, vino a decir que sí, “la fuerza masculina” que había definido el periodo en el que los islandeses habían intentado jugar a los bancos y convertirse en el pueblo más rico del mundo había sido reemplazada por una “fuerza femenina que está en la tierra, que no apunta a las estrellas, y que busca plantar raíces y trabajar para un futuro seguro”.

Hablé con muchas otras mujeres, y todas expresaron variaciones de la misma idea. Audur Bjork Gudmundsdottir, directora ejecutiva en una compañía de seguros, dijo que los problemas de Islandia partían de que la gente había estado corriendo demasiado de prisa, lanzándose a grandes aventuras sin pararse a examinar los detalles de lo que estaba haciendo. “Hoy, en los consejos de administración de las empresas, en los que se ve cada vez a más mujeres, se hace hincapié en la responsabilidad, no en correr riesgos ni en intentar hacer mucho dinero muy rápido”.

Birna Einarsdottir, una de las consejeras delegadas de bancos nombradas para desplazar a los hombres inmediatamente después de la crisis de 2008, dice que la gran lección que han aprendido los islandeses mientras salían de la recesión y entraban en el crecimiento ha sido: “Atenernos a lo que sabemos; no pasarnos de listos”. “¿Quién dijo que los islandeses eran los mejores banqueros del mundo? ¿De dónde salió esa idea? De modo que, ahora, la regla es ser humildes, conocer nuestras limitaciones y aprovechar nuestras ventajas. Y, en vez de pensar que sabemos todo, hacer preguntas; pedir ayuda”. Que es lo que hacen las mujeres; no los hombres.

De lo que de verdad entienden los islandeses, dijo Einarsdottir, es de pesca, que hoy tiene muchos más beneficios que antes de la crisis. Un ejemplo es una mujer de nombre impronunciable, Sjöfn Sigurgisladottir, que dejó en 2009 su puesto de directora ejecutiva de un organismo estatal dedicado a la seguridad alimentaria para crear una empresa de pesquería y piscifactoría con otras dos socias. Calculan que, para 2014, habrán creado 100 puestos de trabajo y estarán vendiendo más de 2.000 toneladas anuales de tilapia nórdica (un pescado de origen africano).

Estamos entrando en una industria que antes era exclusivamente masculina”, me dijo una sonriente Sigurgisladottir, “y eso es sintomático de lo que está ocurriendo en Islandia desde la crisis. Las mujeres están asumiendo un papel mucho más activo en la economía, asumiendo más responsabilidad, y también nos apoyamos mucho más unas a otras, creando clubes de mujeres, aprovechando oportunidades más que nunca”.
Ayuda, continuó Sigurgisladottir, el hecho de que la sociedad esté estructurada de tal forma que, en Islandia, las mujeres no tienen que escoger entre el trabajo y la familia. Tanto desde el punto de vista cultural (al parecer, los vikingos se tomaban con bastante relajo que sus mujeres concibieran y se reprodujeran mientras ellos estaban lejos, dedicados a violar y saquear) como desde el de las leyes del Estado sobre custodia de los hijos y permiso de maternidad o paternidad, las mujeres islandesas han avanzado más que nadie. Según el último informe del Fondo Económico Mundial sobre igualdad de género, Islandia ocupa el primer lugar del mundo. (“Yo vivo parte del tiempo en Suiza”, me dijo Sigurgisladottir, “y la diferencia con el lugar que ocupan allí las mujeres en la sociedad es escandalosa”).

Las mujeres de Islandia habían alcanzado estos logros incluso antes de que la crisis financiera golpeara. Lo que ha ocurrido desde entonces es que han complementado la igualdad en el hogar y en el trabajo con un nuevo grado de influencia y autoridad en el corazón del poder político y económico. Siendo madre de tres niños de menos de ocho años, siendo la ministra responsable de educación, ciencia y cultura y la número dos en el partido de Gobierno (lo cual hace pensar que es una probable futura primera ministra), Katrin Jakobsdottir es la Amazona diminutiva que encarna estos grandes cambios.

Fue ella la que me dio la respuesta a la pregunta que me había planteado al llegar a Islandia esta vez. El cambio más grande de los últimos años era que, efectivamente, los hombres sí estaban pensando más como mujeres. “Tener un Gabinete con la mitad hombres y la mitad mujeres, y ahora con más mujeres, ha marcado la diferencia”, me explicó. “El centro de atención político cambia cuando hay más mujeres en el Gobierno; quiero decir que hay una diferencia en lo que se debate. Por eso en estos últimos tres años ha ocurrido algo grande e importante, y en lo que no creo que haya posibilidad de dar marcha atrás. Hemos cambiado la naturaleza de la discusión”.

11 marzo 2012

  PRIMER FESTIVAL MIRADAS DE MUJERES 2012


El I Festival Miradas de Mujeres se celebra en Madrid entre los días 8 al 31 de marzo.
Acoge cerca de 60 exposiciones en 70 sedes y con la participación de alrededor de 300 artistas nacionales e internacionales.
Está organizado por MAV, Mujeres en las Artes Visuales, con el propósito de poner de relieve el papel que desempeñan las mujeres en las artes visuales, desde la creación al comisariado, la crítica, la investigación, la gestión y el mercado.
La iniciativa del Festival Miradas de Mujeres surge ante la necesidad de dar respuesta a la sensibilidad de la sociedad actual hacia la equidad de hombres y mujeres en la cultura: un concepto también ya plenamente integrado en las políticas de la Administración del Estado y en la Responsabilidad Social Corporativa.

El propósito principal del Festival, es potenciar y dar visibilidad al papel fundamental que tiene la mujer dentro de todos los ámbitos profesionales de las artes visuales, desde la creación al comisariado, la crítica, la investigación y la gestión. Un Festival creado para ocupar la agenda de exposiciones durante el mes de marzo y que se inicia este año 2012 con vocación de continuidad, hasta que la equidad sea normalizada.

El Festival vinculará las principales entidades y espacios culturales en Madrid y su Comunidad.
Sus objetivos son:

1. Destacar a gran escala la aportación de las mujeres al mundo del arte.

2. Activar el compromiso de las distintas instituciones, asociaciones, galeristas y agentes artísticos para la promoción equitativa del trabajo de las artistas y la producción crítica y reflexiva de las teóricas y pensadoras.

3. Visibilizar aquellas instituciones y espacios culturales colaboradores, que ya son conscientes de la necesidad de unas artes visuales equitativas y no discriminatorias en lo relativo al género.

4. Dar a conocer al público especializado y general, cual es la dimensión real del trabajo realizado por las mujeres en todos los ámbitos del arte.


Más información en www.festivalmiradasdemujeres

LAS MUJERES INVISIBLES

También las mujeres sabían pintar

Aquellas mujeres fueron reales, pintaron, esculpieron. Y triunfaron. La gran pregunta es por qué no aparecen en los libros de historia del arte. Y por qué no vemos sus obras en los museos. La respuesta la tienen los hombres que, mayoritariamente, han ejercido como historiadores, críticos y conservadores.

Un amanecer de hace 25.000 años, en algún lugar cercano a lo que hoy llamamos el mar Cantábrico, un grupo de hombres —seguro que eran hombres— se abrió paso monte arriba entre los acebos y los tojos, camino de una gruta en cuya oscuridad se adentraron valientemente, iluminándose con grasientas teas. Aquella mañana milagrosa, sobre las paredes de la caverna dejaron la representación pintada o grabada de los animales de su entorno, caballos, bisontes o ciervos. Y una curiosa cantidad de siluetas de manos, que lograron hacer colocando sus palmas contra la piedra y escupiendo alrededor pigmento de ocre.
Sí, el arte paleolítico lo hicieron los varones. Eso es lo que siempre imaginamos: eran ellos quienes se dedicaban a esa actividad religioso-artística. Hombres. Cazadores y brujos, y también pintores. Pero ¿por qué ellos? ¿Hay pruebas que demuestren esa autoría masculina? Existen pruebas, en efecto, pero no en ese sentido. Los expertos siempre pensaron que, dadas las diferencias de tamaño, buena parte de las manos plasmadas en las cavernas debían de ser manos de mujer. Ahora, un programa informático diseñado por científicos del Centre National de la Recherche Scientifique (el CSIC francés) lo ha demostrado: algo más de la mitad de esas siluetas corresponden, por sus medidas y su morfología, a cuerpos femeninos. Las mujeres estuvieron allí, y podemos suponer que participaron igualmente en la representación de otras figuras. En el paleolítico hubo mujeres “artistas”, que pintaron en las grutas entremezcladas con los hombres. Si nunca nos las imaginamos en esa tarea, es sin duda a causa de ese prejuicio tan asentado en nuestros cerebros que nos lleva a creer que casi todas las cosas importantes de la humanidad —salvo parir— las han hecho los hombres.
Les pido que ahora nos acerquemos por un instante al ámbito tenebroso de los monasterios medievales, donde los monjes se dedicaron durante siglos a preservar la cultura y la tradición escrita y a crear pacientemente las extraordinarias ilustraciones de los códices miniados. De nuevo los hombres. ¿Seguro...?. También en este caso los hechos demuestran algo diferente: sabemos para empezar que, hasta el siglo XIII, los monasterios europeos eran dúplices, es decir, cobijaban —aunque en edificios separados— a monjes y monjas. Ambos sexos compartían el trabajo en los scriptoria, los talleres donde se copiaban e iluminaban los manuscritos. La mayor parte de ellos carecen de firma, lo que hace imposible su atribución. Pero algunos contienen sorpresas: por ejemplo, el códice de los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana que se conserva en la catedral de Gerona y que es una obra maestra del género. El libro se terminó el 6 de julio de 975 en el scriptorium del monasterio de San Salvador de Tábara (Zamora), y está firmado por “Emeterio, monje y sacerdote” y “Ende, pintora (pictrix) y sierva de Dios”. Un primer nombre de mujer para la historia del arte español.

Qué misteriosa, Ende. Pero su existencia brumosa no es, como podría parecer, una anomalía irrepetible. Por supuesto que la presencia femenina en el mundo de las artes europeas fue rara hasta finales del siglo XIX, igual que lo fue en cualquier otra actividad que supusiera beneficios cuantiosos y prestigio social. Rara, pero real. Aunque apenas las conozcamos, hubo un notable puñado de mujeres, sin duda valientes, que a lo largo de los siglos pintaron o esculpieron. Mujeres que casi siempre habían aprendido el oficio de manos de sus propios padres en el taller familiar.
Ellas compitieron codo a codo con los hombres por lograr el apoyo de los grandes mecenas, los monarcas, la aristocracia y el alto clero. A veces fueron vapuleadas y tratadas con desprecio. Algunas abandonaron ante las presiones sociales. Otras permanecieron ocultas tras la figura del padre o del marido. Pero también las hubo que defendieron con uñas y dientes su talento y lograron imponerse como artistas de éxito en un mercado en el que la lucha por hacerse con los encargos era feroz. Unas cuantas llegaron a ser reconocidas en toda Europa, vivieron viajando de un país a otro, solicitadas de todas partes, y se construyeron sólidas fortunas.
Ahí están, como pequeños rayos de luz lunar en ese universo mayoritariamente masculino, Sofonisba Anguissola (1532-1625), que durante 13 años retrató a los miembros de la familia de Felipe II. Lavinia Fontana (1552-1614), que pintó para el Papa Clemente VIII y llegó a cobrar por sus retratos lo mismo que el gran Van Dyck. Artemisia Gentileschi (1593-1652), que ganó tanto dinero con sus espléndidos cuadros que pudo casar a sus hijas con nobles españoles, previo pago de enormes dotes. Judith Leyster (1609-1660), que alcanzó un gran éxito en Holanda. Luisa Roldán, La Roldana (1652-1704), exquisita escultora de cámara —el máximo honor de la época— de Carlos II y de Felipe V. Rosalba Carriera (1675-1757), favorita en muchos palacios e introductora de la técnica del pastel en la Francia del rococó. Angelica Kauffmann (1741-1807), que se enriqueció en Inglaterra con sus obras neoclásicas. Elisabeth Vigée-Lebrun (1755-1842), retratista preferida de María Antonieta y codiciada por la nobleza de toda Europa. Constance Charpentier (1767-1849), premiada en varios de los famosos salones parisinos de su tiempo. O Rosa Bonheur (1822-1899), famosísima en medio mundo gracias a sus cuadros de animales.
Son únicamente algunos nombres del notable grupo de mujeres que precedieron a las impresionistas y post-impresionistas —Berthe Morisot, Mary Cassat, Eva Gonzalès, Camille Claudel, Lluïsa Vidal o Suzanne Valadon— y a las artistas de las primeras vanguardias. Solo entonces, a finales del siglo XIX, cuando la condición femenina comenzaba lentamente a cambiar, empezaron a aparecer en las escuelas de arte decenas de muchachas que aspiraban a convertirse en artistas, ya no como “rarezas”, sino como auténticas iguales y colegas de los hombres. Solo entonces, a algunos no le quedó más remedio que poner en duda la idea tan extendida —y aún no del todo derrotada— de que el sexo femenino no estaba capacitado para la creación artística. “El arte es ajeno al espíritu de las mujeres, pues esas cosas solo pueden realizarse con mucho talento, cualidad casi siempre rara en ellas”, había escrito Boccaccio. Un pensamiento que repitieron una y otra vez a lo largo de los siglos muchos hombres ingeniosos. (Y sospecho que un tanto misóginos.)

Todas esas mujeres fueron reales. Existieron. Pintaron o esculpieron. Y triunfaron. La gran pregunta es por qué no aparecen en la mayor parte de los libros de historia del arte. Y por qué no vemos sus obras en los museos. Supongo que la respuesta la tienen los hombres que, mayoritariamente, han ejercido como historiadores, críticos y conservadores hasta tiempos muy recientes. Ellos, defensores conscientes o inconscientes del androcentrismo en la cultura, han relegado a las escasas artistas históricas al olvido. Han omitido sus nombres en sus estudios, han arrumbado sus cuadros en los depósitos o los han colgado en los rincones más oscuros de las salas. Y a veces, los han expuesto bajo los nombres de grandes maestros, por supuesto varones: sin ir más lejos, en el Museo del Prado han “aparecido” en los últimos años dos espléndidos retratos de Sofonisba Anguissola y uno más que se le atribuye, cuadros que siempre se habían considerado obras de otros pintores.
Sí, ya sé, ya sé, el eterno recelo :es cierto que ninguna de ellas llegó a ser Leonardo o Velázquez o Goya. No hubo ningún genio entre esas pintoras. Pero quienes afirman eso suelen olvidar que su número fue mucho menor que el de los hombres, su lucha mucho más intensa y probablemente su autoestima infinitamente más débil. Y que, desde luego, tampoco la mayoría de los artistas masculinos que aparecen en los manuales de historia del arte y que cuelgan en los museos fueron Leonardo, ni Velázquez, ni Goya. Y, sin embargo, ahí están. Visibles y recordados, aunque no fueran los mejores, mientras ellas descansan todavía, en buena medida, en el limbo —tan femenino— de la inexistencia.



Ángeles Caso es licenciada en Historia del Arte y escritora, autora del ensayo Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras

09 marzo 2012

FORGES Y DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

LA HOMILIA DE MONSEÑOR GALLARDÓN

MONSEÑOR GALLARDÓN Y SU HOMILIA

Queridas mujeres:
Hoy, día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer,volvemos a estar de luto: hace 100 años de la muerte de las 146 trabajadoras textiles abrasadas en un edificio cerrado a cal y canto , y hoy ha resucitado el auténtico Gallardón, asomando la pata del paternalismo , bajo una verborrea de púlpito. Ese paternalismo que desde hace siglos, los sectores conservadores más católicos, muestran hacia las pobres mujeres pobres, que no tienen capacidad suficiente para saber lo que mejor les conviene.
Ha dicho Gallardón- aparte de comprometerse a defender el derecho reproductivo por excelencia de la mujer, que, asegura es "el de la maternidad”- que las mujeres se ven sometidas “en muchas ocasiones” a una "violencia de género estructural por el mero hecho del embarazo” . Y lo ha dicho para justificar una reforma de la actual Ley del Aborto en la que , entre otras modificaciones se quiere acabar con la  ley de plazos que permite a las mujeres abortar dentro de las 14 semanas del embarazo sin tener que alegar ningún motivo, que no es lo mismo que abortar por capricho, sino que la mujer no tiene que explicar cuales son sus motivos.
El PP presentó ante el Supremo un recurso de inconstitucionalidad de esta ley que está pendiente de resolución.
Es importante recordar que en los 8 años de mandato del PP, se practicaron en España casi 600.000 abortos, aplicando una ley, la anterior a esta, de 1985 que permitía abortos en momentos muy avanzados de la gestación por el “coladero” que suponía alegar “riesgos para la salud física o psíquica de la madre”.
Con la nueva ley, el 89% de los abortos se han practicado dentro de las primeras 12 semanas de gestación.
Estamos de acuerdo que existe violencia estructural para con las mujeres, pero creemos que tiene su origen en la desigualdad y tiene su corrección en la adopción de medidas y de leyes que impidan que ser madre en este país conlleve la pérdida de oportunidades laborales, despidos, no contratación, también mediante la creación de mas guarderías públicas, más conciliación, ajuste de horarios para compatibilizar maternidad y derecho al trabajo....
Penalizar el aborto para proteger a la mujer de esa violencia es de una perversión absoluta. Viene a decir: como esa violencia te hace elegir abortar, yo te voy a hacer elegir parir.No voy a eliminar la violencia, te voy a obligar a parir.
Pero la perversión alcance tintes de demencia cuando, sin embargo, la reforma laboral que ha aprobado el PP fulmina las bonificaciones para la reincorporación de mujeres al empleo tras la maternidad.
Esta medida, aprobada en la ley 43/2006 ha sido suprimida, pero no anunciada.
Es curioso que dos mujeres, Soraya Sáenz de Santamaría y Fátima Báñez, sean las encargadas de anunciar la reforma y las responsables de obviar en su comparecencia la eliminación del artículo 4.2 de dicha ley para el mantenimiento del empleo y la igualdad de oportunidades laborales.
¿Qué quieren decir exactamente las palabras de Monseñor Gallardón?
Cuando Galardón dice que la maternidad es el derecho fundamental de las mujeres, lo que está diciendo en realidad es que la maternidad es la OBLIGACIÓN fundamental de las mujeres, que así mismo es lo que ha opinado secularmente la jerarquía católica o sea la Conferencia episcopal.
Alegar violencia estructural que obliga a las mujeres a abortar es una afirmación que desvela varias cosas.
La primera es que Gallardón y compañía no ha entendido lo que es violencia de género ni lo que hay detrás de un aborto. O eso, o son unos redomados cínicos.
La hipócrita posición que siempre ha mantenido la derecha y su Iglesia , que con cualquier ley sobre el aborto, incluso la más restrictiva, tenían asegurado su “derecho” a abortar , llevando a sus hijas a lugares seguros (con o sin su consentimiento) para ocultar la deshonra que el embarazo sin boda suponía, es violencia estructural de género .En estos casos, el conflicto entre bienes jurídicos protegidos, la honra o la vida del concebido, se resolvía sin problemas a favor del primero.
Es violencia de género considerar a las mujeres incapaces, inmaduras, necesitadas de tutela. También lo es equiparar no tener que explicar los motivos con no tener motivos ,como si las mujeres fuésemos a abortar a tontas y a locas. Como si no tuviésemos suficiente raciocinio para decidir y necesitásemos de ese histórico paternalismo para ejercitar nuestros derechos.
Es una violencia de género intolerable que se nos quiera vender esta reforma como liberadora y defensora del derecho de la mujer a la maternidad. Si Monseñor Gallardón cree que las mujeres embarazadas ven peligrar su puesto de trabajo por ese hecho o que tienen que elegir entre la maternidad y una vida laboral digna, que ponga en marcha leyes y medidas sociales que garanticen “el derecho reproductivo por excelencia de la mujer” y que invierta en educación sexual .
No queremos Cura-padre-Ministro. Queremos derechos y garantías.
No nos engañemos, lo que en realidad les importa a estos legisladores del PP, no son primordialmente los derechos del nasciturus. Porque esta protección ya la recoge la actual Ley, que concilia muchísimo mejor que cualquier ley de supuestos la capacidad de las mujeres de decidir durante un plazo concreto y la protección de la vida del feto desde otro momento.
Tampoco debería preocuparles el capítulo sobre las menores de 16 y 17 años a las que se permite decidir por sí mismas, en caso de conflicto con los padres, en supuestos concretísimos. El resultado de aplicación de esta norma es que casi el 89% de las chicas han abortado con el consentimiento y la compañía de sus padres.
No, no son los derechos del concebido lo que preocupa principalmente al Sr. Gallardón, ni la violencia estructural, ni la realidad social de la maternidad en este pais.
Lo que de verdad no pueden soportar estos legisladores del PP es admitir que abortar sea un derecho, no pueden soportar admitir el derecho de las mujeres a decidir por sí mismas apoyándose en una legislación justa que concilie su derecho a la maternidad o a la no maternidad y los derechos del no nacido.
Dificultar a las mujeres llevar a cabo un aborto decidido, no va a hacer disminuir los abortos, como ha quedado demostrado. Si va a volver a abrir la brecha entre mujeres con recursos y sin ellos, si va a volver a poner en peligro la vida o la salud de las mujeres y si va a suponer un retroceso en el camino, tan largo y difícil , hacia el reconocimiento de las mujeres como personas capaces de ejercer sus derechos con responsabilidad desde la igualdad y la libertad.